jueves, 30 de septiembre de 2010

Huelga


Quiero una huelga donde vayamos todos.


Una huelga de brazos, piernas, de cabellos,


una huelga naciendo en cada cuerpo.

Quiero una huelga
de obreros de palomas


de choferes de flores


de técnicos de niños


de médicos de mujeres.

Quiero una huelga grande,


que hasta el amor alcance.


Una huelga donde todo se detenga,


el reloj las fábricas
el plantel los colegios


el bus los hospitales
la carretera los puertos.

Una huelga de ojos, de manos y de besos.


Una huelga donde respirar no sea permitido,


una huelga donde nazca el silencio


para oír los pasos del tirano que se marcha.

Gioconda Belli


Gioconda Belli hizo este poema cuando su país sufría la dictadura de Somoza.

Cuando no se sufre (afortunadamente) una dictadura, es difícil esperar oír los pasos del tirano que se marcha porque los dueños del capital, los anónimos tiranos señores del dinero, no huyen. En el mejor de los casos, ceden en algunas de sus pretensiones.

Pues eso, la huelga es muchas veces necesaria, un paso adelante, un acto de dignidad.


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