Se llamaba Orlando Zapata Tamayo, estaba preso en Cuba, en huelga de hambre desde hacía 85 días, a consecuencia de la cual ha muerto.
La noticia me avergüenza, me humilla, me deja abrumada de impotencia. Devoro la prensa. Busco más información. No hay mucha, salvo la ofrecida en los periódicos más importantes, y sin muchos matices. En medios de la izquierda radical califican a Orlando de mercenario.
Me da igual lo que fuera. Luchaba pacíficamente por su dignidad y la de los otros presos políticos. Era una muerte evitable. ¿Qué no hemos hecho?¿Por qué le hemos dejado morir? Mucho me temo que este tema, como tantos, estará teñido de politiqueo. Hay presos y causas de primera, de segunda y hasta de tercera, dependiendo de los réditos políticos que proporcione su defensa. Un asco.
Me quedo con la información de Amnistía Internacional:
"Orlando Zapata Tamayo era uno de los 55 presos de conciencia adoptados por Amnistía Internacional en Cuba. La mayoría formaban parte de las 75 personas detenidas durante la oleada masiva de represión emprendida por las autoridades en marzo de 2003 contra los activistas políticos. En Cuba, sin un poder judicial independiente, los juicios son a menudo sumarios e incumplen gravemente las normas internacionales sobre juicios justos; una vez dictada la sentencia, las posibilidades de apelar son prácticamente nulas".
El Periódico: Muerte de un disidente (Editorial)
El País: Credenciales cubanas (Editorial)
ABC: Otro crimen del castrismo (Editorial)
Las dos caras de la moneda
Generación Y (Blog de la cubana Yoani Sánchez)
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