Tradicionalmente, los tres rasgos que definen la condición de cantautor son:
- La creación artística: El cantautor es un músico que compone canciones con letras de retrato o denuncia de la sociedad en la que vive. Sus letras están al servicio de la música.
- El lenguaje: El cantautor utiliza un lenguaje popular y directo con alto contenido poético. Muchos ponen música a los versos de los poetas para acercarlos al pueblo.
- Las relaciones con su comunidad: El cantautor es un artista que se erige en portavoz del sentir de su comunidad. Esta, a su vez, le admite y se mira en su obra como en un espejo.
Pues bien, estos tres elementos los podemos encontrar en los cantantes del rap contestatario. Con ello podemos darnos cuenta de cuánta razón tenía Luis Eduardo Aute al calificar a los raperos como los cantautores del siglo XXI.
Mi viaje al mundo del rap me ha permitido verificar este dato con algo de profundidad. Pero al mismo tiempo me ha permitido hacer un descubrimiento sorprendente:
Estos chicos y estas chicas (pues aunque pocas, las hay) que han crecido y permanecido voluntariamente en los subterraneos del sistema, pregonan, como Dylan lo hizo en su día, la verdad de su época que ya no es la nuestra. Con sus capuchas de monjes medievales, son predicadores que desde las catacumbas del asfalto nos fustigan con sus mantras monocordes. Y no para contagiarnos el miedo al milenio, como hicieran aquellos visionarios a las puertas del año 1000, sino para reprocharnos el vacío y el “hambre atrasada” del siglo que empieza.
Además he descubierto que estos raperos son también juglares, herederos de una antíquisima tradición que no han querido aprender en las escuelas - pero que han redescubierto con su rabia- y como tales, nos explican sus cantares de gesta, atando infinitas notas escritas con ira, con urgencia y con alambres de púas. Y son, finalmente, guerrilleros glosadores, luchadores con palabras, que pulen sus rimas urgentes para que sean flechas, lanzas o aguijones
Glosando a Gabriel Celaya, a Miguel Hernández y a Blas de Otero, podemos decir que estos jóvenes están, cuando ya nada se espera personalmente exaltante, palpitando y viviendo más allá de la conciencia, fieramente existiendo, golpeando las tinieblas y afirmando fieramente que las armas son tristes si no son las palabras. En las voces de estos cantautores del siglo XXI sabemos que bajo los adoquines, bajo el asfalto, incluso bajo las cloacas, no está la playa, está la palabra. Sabemos que todavía, y más que nunca, felizmente, nos queda la palabra.
En próximas entradas me propongo sobrevolar el panorama del rap de protesta en español.
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1 comentario:
Fieramente existiendo, armados hasta los dientes de palabras que apuntan con urgencia al corazon del silencio complice de los poderosos...
Precioso articulo y preciosa verdad la que pregonan los cantautores raperos..
Gracias Matilde!
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