domingo, 28 de agosto de 2011
Vocabulario para indignados
lunes, 22 de agosto de 2011
Verano, violín rojo
Verano, violín rojo,
nube clara,
un zumbido
de sierra
o de cigarra
te precede,
el cielo
abovedado,
liso, luciente como
un ojo,
y bajo su mirada,
verano,
pez del cielo
infinito,
élitro lisonjero,
perezoso
letargo
barriguita
de abeja,
sol endiablado,
sol terrible y paterno,
sudoroso
como un buey trabajando,
sol seco
en la cabeza
como un inesperado
garrotazo,
sol de la sed
andando
por la arena,
jueves, 18 de agosto de 2011
Lorca y su grito hacia Roma

GRITO HACIA ROMA
(Desde la torre del Chrysler Building)
Manzanas levemente heridas
por los finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
peces de arsénico como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren
y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.
Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elefantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.
Los maestros enseñan a los niños
una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.
Pero el viejo de las manos traslucidas
dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.
Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.
miércoles, 10 de agosto de 2011
Cantar y contar la vida

Autobiografía Urgente. Facundo Cabral. Espérame en el cielo, corazón. Por Fernando G. Lucini. Musicólogo, periodista y escritor. En www.cancioneros.com
Vídeo: entrevista de Jesús Quintero a Facundo Cabral
Más información y artículos: www.cancioneros.com
domingo, 7 de agosto de 2011
Hiroshima y Nagasaki
"Fotos: Un hongo grande como el cielo
Cielo de Hiroshima, agosto de 1945.
El avión B-29 se llama Enola Gay, como la mamá del piloto.
Enola Gay trae un niño en la barriga. La criatura, llamada Little Boy, mide tres metros y pesa más de cuatro toneladas.
A las ocho y cuarto de la mañana, cae. Demora un minuto en llegar. La explosión equivale a cuarenta millones de cartuchos de dinamita.
Allí donde Hiroshima era, se alza la nube atómica. Desde la cola del avión, George Carón, fotógrafo militar, dispara su cámara.
Este inmenso, hermoso, hongo blanco, se convierte en el logotipo de cincuenta y cinco empresas de Nueva York y del concurso de Miss Bomba Atómica, en Las Vegas.
En 1970, un cuarto de siglo después, se publican por vez primera algunas fotos de las víctimas de las radiaciones, que eran secreto militar.
En 1995, la Smithsonian Institution anuncia en Washington una gran exposición sobre las explosiones de Hiroshima y Nagasaki.
El gobierno la prohíbe
El otro hongo
Tres días después de Hiroshima, otro avión B-29 vuela sobre Japón.
El regalo que trae, más gordo, se llama Fat Man.
Los expertos quieren probar suerte con el plutonio, después del uranio ensayado en Hiroshima. Un techo de nubes tapa a Kokura, la ciudad elegida.
Después de dar tres vueltas en vano, el avión cambia de rumbo. El mal tiempo y el poco combustible deciden el exterminio de Nagasaki.
Como en Hiroshima, los miles y miles de muertos en Nagasaki son todos civiles. Como en Hiroshima, otros muchos miles morirán después. La era nuclear está amaneciendo y una nueva enfermedad nace, el último grito de la Civilización: el envenenamiento por radiaciones que, después de cada explosión, siguen matando gente por los siglos de los siglos.
El papá de la bomba
La primera bomba atómica fue ensayada en el desierto de Nuevo México.
El cielo se incendió, y Robert Oppenheimer, que había dirigido los experimentos, sintió orgullo de su trabajo bien hecho.
Pero tres meses después de las explosiones en Hiroshima y en Nagasaki, Oppenheimer dijo al presidente Harry Truman:
—Siento que mis manos están manchadas de sangre.
Y el presidente Truman dijo a su secretario de Estado, Dean Acheson:
—Nunca más quiero ver a este hijo de puta en mi oficina.
Fotos: Los ojos más tristes del mundo
Nueva Jersey, Princeton, mayo de 1947. El fotógrafo, Philippe Halsman, le pregunta:
—¿Cree usted que habrá paz?
Y mientras la cámara hace clic, Albert Einstein dice, o musita:
—No.
Según cree la gente, Einstein recibió el premio Nobel por su teoría de la relatividad, fue el autor de la famosa frase: Todo es relativo, y fue el inventor de la bomba atómica.
La verdad es que no le dieron el Nobel por su teoría de la relatividad y nunca dijo la frase ésa. Y tampoco inventó la bomba, aunque Hiroshima y Nagasaki no hubieran sido posibles si él no hubiera descubierto lo que descubrió.
Y bien sabía él que sus hallazgos, nacidos de la celebración de la vida, habían servido para aniquilarla."
Eduardo Galeano, del libro "Espejos. Una historia casi universal" 2008, SXXI. (pp 882-83)
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